Una década, un estilo

     

     

    Si hablamos de particularidades que definieron los años setenta, ochenta, noventa y la primeras décadas del 2000, tenemos bastante claro qué sucedió en la moda y en la música. Pero si buscamos estos mismos en la relojería, ¿sabría usted al menos mencionar uno de esos estilos que hicieron historia?

     

    Por: Melina Abache

     

    Partiremos no más allá de los 60, en busca de los estilos que definieron las siguientes etapas en la relojería. Durante esta época todos los relojes que se producían eran mecánicos. Pero no fue así siempre. A finales de los sesenta, Oriente resurgía y los japoneses apostaron por una nueva tecnología: el cuarzo.

    La conquista asiática de los Alpes

    Los años setenta en Suiza llegaron acompañados de la crisis del cuarzo. Los relojes mecánicos eran vistos como reliquias, y la moda era tener un reloj digital. El mercado fue absorbido por Seiko y Casio, estos se distinguieron aún más de sus “competidores” por sus mejoradas pantallas de LCD y complementos inteligentes como: calendarios, despertadores e incluso diarios personales.

    Del fondo a la forma

    En los ochenta la maquinaría helvética vuelve a andar, y lo hizo inicialmente de la mano de Swatch en 1983, bajo la dirección de Nicolas G. Hayek. La firma cambió las reglas del juego completamente, buscaban -y lograron- posicionarse como un accesorio de moda.

    Pero, como todo, a Swatch también se le escapaban ciertos detalles, estos relojes solo venían -en aquel momento- de plástico y, si bien se vendían como accesorio de moda, se comercializaba como reloj, con solo dos colecciones al año. Guess y Fossil vieron esta oportunidad, y le sacaron provecho. Se instauraba así la moda de un reloj para cada atuendo.

     

    Una complicación mecánica tras otra

     

    El regreso del reloj mecánico como lo conocemos, comenzó en Italia a mediados de la década de los ochenta. Durante los años siguientes grandes desarrollos empezaron a generar ruido con muchas “complicaciones”.

    Pero el punto de inflexión lo encontramos con el Calibre 89 de Patek Philippe, presentado en el mismo año que su nombre asoma, por la celebración del aniversario 150 de la firma. Este modelo era el más complicado hasta la época, con 33 de ellas. Realmente, a partir de él, nace la terminología “complicación”, e inicia el boom que marcaría los años noventa.

    Poder tourbo

    El tourbillon fue un invento de Abraham Louis Breguet en 1795, más la gran novedad durante estos años fue que lo desplazaron de la oscuridad interna del mecanismo a la luz visible de la esfera. Al ser una complicación que en aquella época pocas maisons podían desarrollar por su complejidad, el marketing convirtió al tourbillon en una complicación exclusiva, lo que disparó los precios y lo posicionó como un objeto de lujo. En el 2000, Blancpain fue la primera marca en presentar un reloj de pulsera automático con tourbillon. Greubel Forsey introdujo primero el doble tourbillon DT30 en el 2004 y, luego, el cuádruple tourbillon QDT en 2005.

    El retorno de la era digital

    En menos de 50 años lo digital ha regresado a nuestras muñecas. En 2013 llega oficialmente el primer oleaje de smartwatches, impulsado por la start-up Pebble.

    Ese mismo año, Samsung, Sony y Qualcomm también lanzaron smartwatches; pero la firma que causó revuelo en el mundo entero fue Apple con el Apple Watch. Según International Data Corp. las ventas mundiales de relojes inteligentes totalizaron 4,2 millones de piezas en 2014. Cifra que aumentó a 19.4 millones en 2015, el año en que la serie Apple salió al mercado por primera vez.

    Se presentaba así otra gran encrucijada en la industria: ¿se sumaban o no a la tendencia? Poco a poco, todos lo han ido haciendo. Primero las marcas como Fossil, Movado y Guess. Más tarde firmas de lujo como TAG, Montblanc y Louis Vuitton han decidido no quedarse atrás.

     

     

     

     

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